Una vez más, con sentimiento
Mientras miraba a su alrededor en su sala de estar -el otomano de terciopelo verde que no recordaba haber comprado, los textos de magia del siglo XIV en su estantería, el horrendo y obscenamente ostentoso reloj de pie que solo podía pertenecer a un Malfoy- se imaginó el cepillo de dientes junto al suyo en el lavabo del baño, la vieja camiseta de quidditch de Slytherin sobre la que tropezaba con frecuencia en su dormitorio, y el helado de menta con chispas de chocolate en su congelador -un sabor que aborrecía, pero que un aristócrata particular, pálido, de rostro puntiagudo que estaba sentado frente a ella tenía una trágica afición por-.
Con el pecho ardiendo, como si hubiera bebido un barril de pus de bubotúber, Hermione se volvió hacia él con los ojos entrecerrados y acusadores. "¡Malfoy...estamos saliendo?"
Si hay algo que Hermione Granger sabe, es que simplemente no tiene tiempo para salir con alguien. Draco decide salir con ella, de todos modos.