Bart Allen

Kon tuvo una buena vida. De hecho, una gran vida, teniendo en cuenta dónde había empezado (un tubo de ensayo en un laboratorio financiado por un supervillano, algo que, sin duda, no era difícil de superar). Fue al instituto, vivió con su padre (¡Superman!) y su madre (¡la increíble reportera Lois Lane!) y su molesto pero adorable hermano menor, pasaba cada dos fines de semana en la granja de sus abuelos en Kansas, y también era un miembro muy respetado de los Teen Titans. Sí, cualquiera que echara un vistazo a su vida diría que fue buena. Lleno de familia, amigos, diversión, privilegios y por no hablar de superpoderes. Desde un punto de vista objetivo, su vida estaba completa. Entonces, ¿por qué nunca pudo evitar la sensación de que le faltaba algo?

«La batalla del ingenio ha comenzado», dice Jason, con un gruñido amenazante en su voz. «Termina cuando tú decides y ambos bebemos y descubrimos quién tiene razón y quién está muerto». «Esto es lo más estúpido que podrías haber hecho», balbucea Tim, desconcertado. «Todo lo que tengo que hacer es usar los datos que tengo sobre el tipo de persona que eres. ¿Eres el tipo de persona que envenenaría tus propias cosas o envenenarías las mías?» -- Tras ser llamado como refuerzo para cuidar a un Tim enfermo, Jason termina en una batalla de ingenio contra un Robin que busca venganza. Tal cambio de roles solo puede describirse como, bueno, ¡inconcebible!

Cuando Dick le revela a Jason que en realidad no está emparentado con ninguno de ellos, Jason intenta averiguar por qué el hombre mayor nunca fue adoptado. Quizá debería haberlo dejado en paz.