esta noche
Pasadas las ocho y media, Utahime pudo volver a revisar su teléfono, y la ansiedad en su estómago creció cuando vio la gran cantidad de notificaciones que inundaban su pantalla. Tenía llamadas perdidas de casi todos los que conocía: de todos los hechiceros, de todas las ventanas y de ambos directores.
Sus mensajes también estaban inundados, desbordados, pero lo que más le llamó la atención fue el nombre de Gojo, porque había cinco mensajes que no había podido comprobar, todos dispersos.
Gojo: Llegaré tarde
Gojo: parece que estoy comprando, senpai
Y las últimas, en las que su tono era tan serio que hacía que el miedo se apoderara de su barriga.
Gojo: ve a tu casa y quédate allí. No vengas aquí aunque te lo digan.
Gojo: no tomes ningún tren. Gojo: por favor.