No vayas
Permanecen así durante mucho tiempo, con el rostro de Catra metido en el hombro de Adora y Adora acunando suavemente la cabeza de Catra. Adora tiene cuidado de no abrazar a Catra con demasiada fuerza o hacer que se sienta contenida, anticipando el momento en que Catra comience a alejarse, pero Catra no lo hace. Se aferra con tanta fuerza que le duele, sus garras se clavan en la chaqueta de Adora y en su espalda, agarrándose a ella como lo hacía cuando era una gatita y no sabía cuánto le podían doler las garras. Adora trata de no hacer una mueca, trata de no mover ni un solo músculo, preocupada de que si lo hace el hechizo se rompa y Catra se escabulle, horrorizada por haber demostrado su debilidad.
Pero Catra no la suelta. Y Adora tampoco.