Chiflado por
“Dime que lo quieres”, susurra con voz ronca, clavando sus ojos en los de ella. No es una cuestión de consentimiento, es otra orden, y ella no puede evitar estar de acuerdo una vez más. “Yo… lo quiero”, dice en voz baja. “¿Segura?” Ella inhala profundamente. “Sí.” “Dilo”, la urge. “Dime qué quieres.” “Yo… quiero…” comienza, mordiéndose el labio, desviando la mirada, sus mejillas ardiendo de vergüenza. “Yo…” Su boca se siente seca. “Quiero que… que…” Traga saliva con dificultad. “…que te acuestes conmigo…” Su risa suena casi burlona. Ella levanta la vista con las cejas fruncidas, los labios apretados, el malestar escrito en todo su rostro. “Tan jodidamente inocente”, murmura, meneando la cabeza, la diversión haciendo que sus labios se contraigan. “Di que quieres que te folle. Vamos, usa palabras de adulta, nena.” Ella aprieta los labios, moviéndose en su regazo. “Yo… quiero que… me folles…” Sus manos se mueven para tomarle la cara, acercándola a él hasta que su nariz roza la de ella. “¿Quieres que te quite la virginidad?”, susurra oscuramente, su aliento acariciándole los labios. “Sí.”
Ten cuidado con lo que deseas.
– O: El despertar sexual de una chica, un viaje de sumisión y obsesión.