Despojado
«Desnudarse».
La palabra era un suave gruñido que acariciaba la oreja de Ignis, pero lo estremecía hasta la médula.
No era la primera vez que Gladiolo ordenaba al consejero real que se desnudara, de hecho, «¡Desnúdate!» fue lo primero que pudo recordar que le dijo el escudo juramentado del príncipe. Pero Dios estaba muy lejos de aquel día...