No puedo defenderme, pero puedo soportarlo
... en aquellos primeros años, cuando Crowley deslizaba una mano entre sus piernas para aliviarse un poco, las escenas que tenía en mente mostraban a un Aziraphale que le daba a Crowley lo que quería, sí, pero se lo daba como un favor. Como castigo.
Ese Aziraphale se burlaba, casi se aburría, cuando inclinaba a Crowley sobre una cama o lo ponía de rodillas. Qué mala excusa para un demonio, se burlaría. Mira lo desesperado que estás. Ridículo. ¿Es lo que querías? Y Crowley lo aceptaría, lo tomaría con gratitud, tanto en penitencia como en placer. Su deseo se satisface con sus propias consecuencias.